Bucle millenial

Ahora que el verano se adentra,

que es hora de cumplir un año más,

en esta «nueva normalidad»,

intento reanimar mis ganas de celebrar.

 

Cumplidos los 30 sólo queda eso, cumplir,

con la vida,

con la pareja, con los descendientes

y  con un trabajo que siempre está a punto de llegar.

 

Y, de nuevo, el péndulo sobre mi cabeza,

y el tic-tac en mis oídos

y la voz que me recuerda que nunca debí emigrar,

y ahora no vuelvo sola, me acompaña otra jodida crisis.

 

Mientras tanto, las facturas siguen en la mesa,

los sueños, guardados entre los libros,

las ganas intactas,

la decepción alumbrando la mirada.

 

Aunque siendo sincera,

tras una juventud incautada,

la incertidumbre ya no me asusta,

más bien, me mudé a vivir en ella.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Todo lo que sabe a Gloria

Se llamaba Gloria y en lugar de capa y espada portaba una espumadera y una inmensa cacerola. Vivía en una de esas villas de Buenos Aires donde por no haber no había ni asfalto en las calles.

Sus ingresos no eran superiores a los del resto de habitantes de la zona, no obstante, tenía algo mucho más valioso que el dinero: la ansias de luchar contra las garras del hambre.

No es que el caso de Gloria fuese un caso especial, que no lo era, por desgracia para ella y para el mundo. Sin embargo, esa mezcla explosiva de rabia y fortaleza, combinada con las ganas de vivir me fascinaron.

Se levantaba a eso de las siete de la mañana, desayunaba algún trozo de pan duro que había sobrado del día anterior, si había suerte y no era de hace dos o incluso tres. Le untaba manteca, que eso le hacía coger energía para el resto del día, y se iba a la calle.

Nunca fue la alegría de la huerta, tampoco la de su querida villa. Te diría que no era habladora ni dicharachera. Era más bien seca. Si acaso cruzaba dos frases y volvía a callar y a concentrarse en lo que estaba haciendo. La mayor parte del tiempo, cocinar.

Gloria no cantaba. A veces ponía la radio para oír las noticias y no la dejaba encendida más de cinco minutos. Supongo que cansada de llevar más de cincuenta años escuchando promesas que se esfumaban nada más ser pronunciadas por el político entusiasta de turno.

Poco más sé de ella.  Cuando le hablaba, hacía como que no me escuchaba. Nunca supe qué pasaba por su cabeza ¿Cómo diablos no se aburría metida en una cocina de sol a sol y sin tan siquiera ventanas para verlo?

Jamás me contó si vivía sola, si tenía hijos, una amiga a quién llamar, si se sentía en paz con la vida, contenta o entusiasmada por lo que hacía…

Yo sólo sé que los habitantes de una villa situada en algún rincón de la enorme Buenos Aires llenaban su panza cada día gracias a ella. Unos días cocinaba garbanzos, otros, pasta coloreada por un leve toque de tomate frito; y los días de extremada suerte, milanesa. Cinco días a la semana los comensales podían disfrutar de fruta de temporada de postre.

Cosas tan simples como estas para unos, tan extraordinarias para otros, la hacían sonreír aunque fuese muy en sus adentros, sin que los demás lo notásemos. Y tan sólo de una afirmación estoy segura, aunque hubiese pocos ingredientes y el pan estuviese tan duro que había que mojarlo en agua, hacía los guisos con tanto amor que sabían a algo muy parecido a eso que llaman Gloria.

#Heroínas

 

 

 

 

Llegar a la meta

Líquido, fugaz, ardiente,

tóxico,

feroz, libre, hogareño,

hiriente.

 

A veces silencioso,

a veces multitud,

de vez en cuando mutuo.

Esquivo, prudente, voraz,

amistoso,

muy a mi pesar accidentado por la distancia.

Reconfortante, ingenuo, mentiroso,

voraz,

detonante de las peores pesadillas

y velador de multitud de sueños (los que están por venir).

 

En mis horas de espera,

en los vinos compartidos,

en los espejos de las pupilas que gritan,

en las sonrisas adivinatorias.

En las respuestas sin pregunta,

en las velas que aún están encendidas,

en los atardeceres que no veremos,

en los charcos por los que paso sin mojarme.

 

En las sábanas recién planchadas,

en las noticias que no duelen,

en las flores de plástico del salón,

en las bombillas de bajo consumo.

 

Por fin llegué a la meta,

de entender, cuando he completado todas mis casillas,

que mis mejores sospechas son ciertas,

que el mejor de los premios

es el olvido infinito

y que el amor (cuando duele)

también tiene fecha de caducidad.

 

#poemasdeamor

 

Canto a mis Guerreras

Cara-cortada-y-la-danza-del-sol

En el día de mi muerte bailaré por primera vez. Ese día sonarán los acordes finales de los años más amargos de mi vida para dar paso a un desfile de trompetas que me acompañarán en mi camino a Tonatiuh.

¡Que nadie me llore! Que todos me evoquen abrazando mi causa como mis compañeras abrazaron a sus hijos por última vez. Que en su viaje saboreen los más hermosos paisajes con aroma a tequila y a chimichanga, a hojaldre con almendras y chocolate.

Que mis palabras atraviesen las más dormidas almas y retumben en los más férreos corazones, desde México hasta el Viejo Continente. Que el día de mi muerte me enfundaré en mis mejores galas y alzaré la bandera de la libertad sin que nadie me condene.

¡Guerreras, escuchad mi canto!

Que yo no vine a la vida a andar de puntillas mientras me roban mis silencios en noches de tormenta a cambio de un cobijo sin techo. Que el día en que yo me vaya comenzaré a andar y  mi cuerpo sanará las más profundas cicatrices de quienes rechazaron la palabra como arma de combate.

En el día de mi muerte ganará la vida y lo mundano quedará enterrado en el cajón de las tumbas del destierro. En el día de mi muerte abrazaré al sol y bailaremos con el corazón inflamado de alegría a la espera de que mis compatriotas divinas desciendan el valle de Cihuatlampa.

¡Guerreras, que comience la fiesta! 

Que nuestros honores han impregnado las fértiles tierras que habitan nuestros más queridos descendientes.

¡Guerreras, desenfundad vuestras banderas!

Que en los campos donde habita la libertad no entienden de valores establecidos, que el día en que me muera mi sangre se unirá a la de quién ahora se entrega a la lucha ajena, que es la de todas,

y en nuestra danza el sol verá reflejada la sonrisa de quien nos ofrecerá flores y nos guardará en algún rincón de su memoria.

                                                                                                                   #DíadeMuertos

                                                                                     Coral García Dorado

 

Versos del adiós final

A tus ganas de volver a empezar

se adelanta mi adiós,

un adiós de secos charcos de lágrimas,

de sonrisas pintadas con paletas de color rojizo,

sobre superficies abatidas por las llamas,

en bosques donde nunca habitaron los árboles.

 

 

El futuro, que se adviene sin dueño,

se posa sobre los azares, que son el limbo de los cobardes.

El otoño es la estación sin trenes de los que esperan

en medio de una multitud que clama ser rescatada

de seísmos en el mar de la incertidumbre.

 

 

Mis tintas enteras ahora dibujan tus desplantes,

bailados lentamente como eternos tangos,

tan largos como los adioses para siempre,

tan finales como estos versos,

que son los últimos  que se escapan por mi boca.

 

 

 

 

 

 

 

 

De los sueños y el devenir

El taconeo lejano de los últimos coletazos de septiembre

resuenan en las baldosas contiguas a la habitación

desde la que te observo mientras te desabrochas,

ausente, cada botón de tu desgastada camisa.

 

Desgastada como las marchitas hojas que caen

en estos días del año, bailando al compás del viento,

que las ayuda a posarse sobre el tibio suelo del parque,

representando algo más que una canción.

 

El otoño es eso, el presagio de la espera,

las espera de las llamadas que gritan ser realizadas,

los desenlaces adelantados a los acontecimientos

que nunca sucedieron.

 

El final de septiembre son las esperanzas venidas a la realidad,

esa realidad inventada por los humanos, el desván de las ideas

líquidas impuestas para sobrevivir a la peor de las

catástrofes .

 

Tú, mientras tanto, sigues desabrochando botones,

yo, sigo tapando cicatrices con nuevos planes inventados,

arrancando minutos al reloj de la cocina, como

arrancábamos cerezas en los veranos de la niñez.

 

Sucumbiendo mis ganas de tener ganas, llenando

copas de vino con ilusiones alentadas por la aceptación,

por las esperas condenadas al fracaso de los abismos

de los sueños prestados.

 

 

 

 

 

 

 

Agosto lleva tu nombre

De vez en cuando tu recuerdo me besa,

como me besa la locura de la maldita lluvia de febrero

en esos días en los que me debato entre olvidarte para siempre

o escribirte un poema más.

 

Agosto lleva tu nombre, ardiente como el alquitrán

de la desierta Gran Vía el día de tu cumpleaños.

Y los pueblos blancos del sur se preparan para recibir a miles de habitantes

que abandonaron su causa en busca de un futuro mejor o, al menos, un futuro.

Como cuando emigraste a otro continente

y cambiaste nuestro idioma por uno llamado inglés.

 

De vez en cuando tu recuerdo me abraza

como un niño abraza a su padre a la salida del colegio,

intenso y fugaz, como aquellos polvos cuando nos encontrábamos

en alguna fiesta en la que sabíamos que casualmente ambos íbamos a concurrir.

 

Alguna vez me prometiste que la vida volvería a juntarnos,

que nuestras miradas se fundirían una vez más,

como cuando tu sonreías y yo temblaba y

los dos entendíamos que seguíamos ardiendo.

Ardiendo como el alquitrán de la Gran Vía el día de tu cumpleaños,

preparándonos para no quemarnos una vez más.

 

 

 

 

Desvanecido Buenos Aires

 

 

La demencia no tiene lugar en aquella ciudad

con un pasado tan sobrecogedor como reciente,

la mala memoria será castigada con la peor de las condenas,

la lucha de los que nunca olvidan.

Aquellos que viven por los que fueron,

otros que nunca serán.

 

Malditas despedidas que nunca se produjeron

en aeropuertos imaginarios a mitad de camino.

 

Aquella ciudad invitaba a querer quedarse,

quedarse antes de llegar. Gritando un hasta nunca,

sentenciando un ojalá.

 

Promesas que se desvanecieron

como se desvanece la tenebrosa bruma

cuando las primeras luces se empiezan a apagar

y los taxistas desentierran sus ganas de gritar.

 

Malditos mis veranos a los que renuncié,

para regalarte los más ardientes de tus inviernos.

 

Ahora sólo eres un translúcido recuerdo,

un retrato borroso, como borrosas son las huellas

de aquella ciudad que soñó con ser algo más que una decadente capital.

 

Malditos los tangos que nunca bailamos,

aventurándose en el más cruel de nuestros finales.

 

Cordura y éxtasis nunca fueron de la mano,

pero déjame que te recuerde, a diez mil kilómetros de distancia,

que tú y yo lo conseguimos aquel verano.

 

 

 

 

No cuentan los cuentos, sino los minutos

Se trata del gesto, del intento, de una pequeña idea que pretende algún día dejar de ser utopía para convertirse en realidad.

No se trata de no fallar, sino de rectificar. No se trata de vivir de los recuerdos sino de revivirlos o incendiarlos de una vez por todas.

De nada sirve pensar si no se hace, ni sentir si no se demuestra. No se trata de ir haciendo jeroglíficos por la vida, se trata se simplificar lo difícil.

Que si se quiere, se puede y si no se intenta,  no se consigue. Y si se te ha escapado el tren,  aún estás a tiempo de coger el autobús pero,  que nadie espera para siempre.

estacion-tren Que al fin y al cabo, lo que cuenta no son los cuentos,  sino las intenciones. Las intenciones y los minutos. Espabila.

@coralgdorado